La Sinfonía del ruido
Atenuado por la lluvia y por algunos
minutos, la vegetación logra susurrarnos su presencia en medio de ruidos
aleatorios, disonantes, llenos de altibajos, que a manera de orquesta del caos comienza la interpretación
“in crescendo” de la sinfonía del ruido.
Cornetas y gritos abriéndose paso
a fuerza de volumen, como dando legalidad a sus infracciones reiteradas…
Desde una zapatería, Rene, el de
calle 13, se queja de la sociedad y el sistema. En la calle del frente, Daddy
Yanky invita al perreo…
¡Plaza Sucre! ¡Terminal! Con puestos!
Muévela, muévela! Nos grita casi al oído el copiloto de una de las unidades de
los mensajeros del caos que comienza a apoderarse de la ciudad…
Avanzamos… y avanza el caos… Ahora es
Aventura quien canta a volumen de grito desde las bocinas ubicadas en otro
comercio, en una estrategia que se supone ha de atraernos…(?)
Ropas de colores en cuerpos de
colores… buhoneros, locos, alcohólicos, niños, hombres, mujeres… cada uno
agregando una nota de estrés hecho ruido…
Ya la naturaleza ha quedado muda ante
tanto decibel injustificable. Apenas la brisa, no al oído, al tacto, nos
muestra su presencia silenciosa al acercarnos a una plaza.
Los acordes de una guitarra en manos jóvenes
nos acarician por instantes los tímpanos y el alma… Piiiii!!!! Booooommm!!! Cornetas
y ruido de sirenas… los acordes de la guitarra desaparecen devorados por el
volumen del caos…
Se unen los pitos de los fiscales de tránsito,
solo como ruido, pues nada mejoran, nada corrigen, tan solo son una nota más de
esta infernal sinfonía…
Gandolas, autobuses, ruido, mucho
ruido que suben los decibeles al punto lograr que nuestros oídos se adapten
como única medida de supervivencia ante lo insoportable…
Sube el volumen la ciudad y nos
obliga a subir el nuestro en una escalada interminable.
Huimos a calles alternas y lo único que
cambia son las melodías de las bocinas del comercio. Ahora son vallenatos…
Me cruzo con un amigo y sin darnos
cuenta, no conversamos, gritamos. Los oídos con sensación de estar llenas de
aire… Calor, mucho calor. Tonos graves del motor de la unidad que ha de
transportarnos a casa. Olor a gasolina, sudores… ahora el ruido parece tomar
cuerpo…
Ruidos a manera de violines, de
trombones, contrabajos, infinidad de ellos. De todos colores, olores,
intensidades y tonalidades. Aún lejos de ellos, permanecen a manera de eco en
nuestro cerebro y nada parece calmarlos. Nadie aparte de la lluvia, que de
manera determinante cae ocasionalmente sobre nosotros como diciendo: Shhhhhhhhhhhhh… Silencio que vamos a conversar...
y por instantes, olemos y escuchamos ese hermoso mundo que se esconde detrás de
la sinfonía del ruido…. Solo así, atenuado por la lluvia.
Angelino Santana
07/09/2013
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