El triunfo del engaño…
El que
engaña lleva las de ganar… Si, ciertamente sí.
Tras cada
mentira hay un “hice lo que me dio la gana”, no importa el dolor como huella
bajo nuestras pisadas, el llanto en silencio de la víctima, el desgaste de las
almas palidecidas ante la impotencia, el vacío en el estómago, las ganas de
llorar contenidas y las miradas llenas de una mezcla de reproche, resignación y
sobre todo de un ahogado ¿Por qué? que
resuena en las entrañas del infortunado, al punto de que casi pudiese
escucharse con mirarle a los ojos.
Dícese que
el engañado es el último en enterarse del engaño, mas tal vez no es así… Tal
vez prefiera el silencio ante la alternativa de dejar en evidencia su
conocimiento del hecho y siendo así, verse obligado a renunciar a alguien a
quien no quiere renunciar, tal vez en la esperanza de un cambio que no vendrá…
Es así como
quien engaña reafirma su creencia de que su viveza
siempre sale victoriosa, aun quedando al descubierto, porque sus encantos
siempre han de lograr el “perdón”, no para cambiar, si no para repetir una y
otra vez su juego del amor, sin importar si el amor está de por medio, porque a
la final lo importante es el juego.
Su víctima, después
de todo, como tantas otras veces estará allí, sentado a la espera de su
verdugo, quien ha de venir una y otra vez, cada vez que se canse del juego y
necesite del amor…
Y ha de
vivir el engañado con las migajas que le arroja el carcelero de sus esperanzas
y ha de transformarlas en delicioso majar, aderezado más por lo que siente y
entrega que por lo que recibe…
Nada de esto
importa a quien engaña. Siempre habrá a quien engañar, pues sus habilidades
crecen día a día aunque inexorablemente su cuerpo y su alma vayan deteriorándose.
Cada día
encontrará más juegos y menos amor, más cuerpos, menos almas, más diversión, menos
alegría…
Sus víctimas
cada vez serán más fugaces, pues no les gustará su reflejo en los distorsionados
espejos, que cual almas errantes, rodearan más y más al otrora artista del
engaño y la traición…
Y llega el día
en que mirará atrás en busca de lo que le sobró y de lo que ahora carece y solo
verá rostros compasivos que por instantes la observaran, sonreirán tristemente
como dando las gracias por no haberlos amado.
Ha de mirarse en el espejo y ver un
cuerpo desgastado cuya única belleza podría reposar en los ojos de alguno de
los seres que la amaron, pero que ahora solo esquivan su mirada suplicante.
Solo existen huellas en una piel que entrego por muebles que ya están viejos y
rotos, dinero que ya se gastó, flores que ya marchitaron y joyas que ya no
embellecen…
Pero ese hombre, esa mujer que
engaña, volverá a engañar. Pero esta vez habrá de engañarse a sí misma, a sí mismo.
Y así, tomará a alguien más, ya no para jugar, ya no para sentir el amor, ahora
para evitar la soledad. Esta vez no podrá escoger. Ha de tomar no lo que quiera
sino a quien la acepte. Un alguien que tal vez la tome por las mismas razones y
como resultado del mismo comportamiento.
Piel no deseada a cambio de la piel
que solo fue deseo…
Estigma ineludible del que juega con
el amor, porque el amor no está hecho para causar dolor, así como no lo está el beso para la traición ni la lagrima para la
mentira…
El engaño causa dolor, parte el alma
pero no la destruye. Al engañado le basta con mirar al frente y encontrar una
sonrisa. El que engaña solo puede mirar atrás, pues al final, no le gustará lo
que tiene por delante…
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comenta con libertad...